miércoles, 4 de mayo de 2011

Del bello libro que adquirió fuerza

El soporte digital no ha destruido al libro, adquiere nuevas dimensiones, se transforma en una idea que no ocupa espacio. Diríase sublimado por la tecnología que condensa la esencia de tan acertado objeto para mejorarlo. Encuentro un argumento en la misma ciencia para la que el libro sirve: la literatura, pues a lo largo de siglos de narrativa, esta ha experimentado también revoluciones que no la han hecho desaparecer, al contrario, la han dotado de sentido. Me refiero, por ejemplo, al modo en que se abandonan, a principios del siglo XX, las largas descripciones que llenaban las bellas novelas de los escritores del XIX; habían dejado de interesar pues algo nuevo emergía: la imagen. La fotografía y el cine podían evocar en el espectador todo lo que una descripción pintaba en largas páginas. Ese nuevo lector ya solo precisaba una breve insinuación del narrador para evocar todo un paisaje o una complicada situación del personaje. Era el momento de Joyce.
Ahora el libro podría estar en su proceso de metamorfosis de la que surgirá nuevamente, sublimado y tan útil como siempre.

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